Placer Urbano Music

jueves, 3 de junio de 2010

Sugar Tremens


Cada vez que salíamos a pasear por el downtown, existía un “pero”. Nunca podíamos coincidir en el lugar ni en qué haríamos, a pesar de que compartíamos los mismos gustos. Yo no sé si lo hacía por molestarme, o porque simplemente no compatibilizábamos.

Comúnmente paseábamos por el Barrio Lastarrias, siempre indecisos de qué lugar escoger para embriagarnos y volver a amarnos. Deambulábamos varios minutos observando los bares. A mí, en lo particular me daba lo mismo a cuál entrar. Yo era de esas personas que siempre ordenaba lo mismo: un vodka tonic, y me fumaba cinco cigarrillos – bajos en nicotina y alquitrán- por cada vaso que atravesaba mi garganta. Es decir, mi cajetilla siempre terminaba vacía…caso que provocaba siempre una discusión cuando salíamos del bar.

- “Te dije que compraras cigarros extras” – me decía con tono agotado.
Yo lo miraba con un gesto amabale de niña chica y le contestaba:
- “Pero si a ti te quedan” – respuesta que le hacía juntar con fuerza sus tupidas cejas y caminar cierto tiempo sin hablarme, hasta que se le pasaba la rabieta.

Una gélida noche de agosto no opuse resistencia a la elección del antro. Fernando había escogido un bar que me atrajo por su fachada. Me sorprendió, porque extrañamente, siempre él quería entrar a lugares que no tenían mucho que ofrecer a nivel visual. A Fernando sólo le interesaba el contenido de la barra o la carta…a mí: las paredes, la decoración, el ambiente…sabía que siempre adentro me estaría esperando mi Absolut con tónica, tres hielos y una rodaja de limón. Entonces, si la conversación se ponía densa, yo me refugiaba en los adornos…escapaba a través de las imágenes de los cuadros, de los neones de la barra…o, simplemente, me ponía a contar las botellas iluminadas.

La mayoría de las veces, y ya, por lo general, en mi segundo vaso a medio tomar, sentía una profunda compasión por él, por su amargura…Tal vez por eso siempre pedía Vodka: al principio amargo, y al final, lo dulce. Mientras eso sucedía, Fernando se dedicaba a catar diferentes sabores. Cuando me preguntaba, con su cara impávida, qué iba a pedir yo, me decía- con desganas y algo desilusionado- que era una fome, que cómo no me atrevía a probar otras combinaciones. Pero yo me terminaba riendo de él cunado pedía sus extravagantes elixires, catalogados como los más “cool-drinks”. Les daba un primer sorbo, y sin mirarme, sacaba la lengua intensamente roja que tenía y gritaba con cara de asco: “¡Pfff, qué es esta hueá!”. Yo pensaba para mi misma : “Lo que pediste, amorcito mío”.

Invariablemente, las ocasiones que pasábamos en un bar se transforman en un lugar sagrado, no se discutía…sólo nos mirábamos….y claro, yo ponía los tópicos, porque a él, rara vez, se le ocurría plantear un tema que no se diluyera antes de tomar el siguiente sorbo. Mientras los minutos avanzaban, como el alcohol se diluía en nuestro torrente sanguíneo, más nos deseábamos, más nos amábamos. Éramos los ebrios más embelezados del centro de la ciudad.

Una noche de octubre, cuando la primavera se respiraba a través de sus brotes, no salimos a pasear ni discutimos. Me llamó y me dijo que me esperaba en el mismo barrio. Estaba en un café. Cuando llegué, él ya había tomado la mitad de un típico, corto, oscuro, amargo y poco lúdico Expreso…también, una determinante decisión.

Lo miré, no me senté frente a su cara de nada, me dí la media vuelta, como una gata en celo… lenta, delicada, casi invisible y avergonzada. Crucé la calle, entré al primer bar que encontré, me senté en la barra, no miré a nadie ni nada, y pedí un Daiquiri.

lunes, 22 de febrero de 2010

Onda? Cuál es la onda?


Mientras escucho Minimal Tech - en mi pendrive que no tiene nada de “Tech”- por la avenida principal de Providencia, me fijo en cómo viste la gente un típico día de semana. La verdad es que son pocos los hombres que osan marcar un estilo que los haga parecer únicos. Son las mujeres las que hacen de este verano que las calles sean más visualmente interesantes.

Hace tiempo ya, que el pronosticado “eterno retorno” del gran Nietzsche se está observando en las pilchas de las personas con algo de sentido estético: " ¡Todo vuelve y retorna eternamente, cosa a la que nadie escapa!", y así es. Algo de nostalgia hay por las prendas de vestir más antiguas, las cuales son realmente bellas y, además, cuentan con el factor calidad, que es lo que mueve a la “onda” Vintage.

¿De qué estoy hablando? Pues de los lentes moscardones que guarda -en el cajón del velador- la abuelita; de los shorts englobados estilo pin up que se combinan con tacones de todos los tipos. Chaquetas cuadrillé, vestidos de cuello cerrado, mangas ajustadas en los antebrazos y de hombros inflados. Carteras rígidas. Prendedores. Pantalones ajustados estilo pitillo que se abrochan a la altura de la cintura, etc. Podría seguir enumerando, pero la verdad es que lo Vintage abraza todo lo que a de modas anteriores se refiere. Prendas de diseños exclusivos, de buena calidad y de gran valor estético.

Para tristeza de muchos, esta “moda” o tendencia, como se le quiera llamar, ya se ha masificado lo suficiente como para que las tiendas más “pelolais” de ropa usada se aprovechen un poco de la situación estética y lucren mejor con el tema. Por ejemplo Nostalgic y Orange Blue, cobran más que cualquier otra tienda de la calle Bandera, por el simple hecho que se dan el trabajo de seleccionar las mejores prendas, sacarles ese molesto olor vetusto que tienen las cosas olvidadas, y colgarlas en una tienda bonita con estilo y música ad hoc ¡Excelente negocio! Pero bueno, es un tema ya conocido por nosotros los más traperos. Uno siempre tiene la posibilidad de encontrar accesorios y ropa entretenida en las tiendas más feítas y menos top a modestos precios… eso sí se debe disponer de una tarde o mañana completa para sumergirse, literalmente, en los fardos de ropa hedionda que ofrecen las tradicionales tiendas del centro de la capital.

Ahora, para los que disfrutan del confort, también existen tiendas de diseñadores chilenos que ofrecen este tipo de ropa pero pensada y creada en el mismísimo siglo XXI. No dejan de ser bellas como las originales, incluso poseen un plus: mayor comodidad a las medidas corporales posmodernas de las anatomías femeninas y masculinas (porque si no se han dado cuenta: la mujer ha perdido cintura durante el avance del siglo XX, cosa que -en lo personal- se lo otorgo al uso de pantalones a la cadera y al desuso de los corsés).

El cuento es que en Providencia está más lleno de este último público, se nota por las telas que son más livianas, los lentes de plástico, y las carteras idem. Lo claro es que de que se ven bien…se ven bien…incluso mucho mejor si se atrevieron a cortarse el pelo medio desordenado y con chasquilla, o si se les ocurrió tomarse el pelo para dejar caer una extensa cola de caballo-lais. Ah, y el toque: labios bien pintados de un color fuerte a cara lavada.
Pienso en que debería haber tenido música de Ella Fitzgerald, Aretha Franklin, Lena Horne o Brenda Lee para haber disfrutado de la urbana pasarela de verano, pero uno nunca sabe con lo que se va a topar en el camino, ¿No?

Desahogo: me tienen podrida los lentes estilo Jack…no le quedan bien a todo el mundo, ya? Menos a los pokemones!

jueves, 27 de diciembre de 2007

Cuento Corto: Don`t Leave Me, Darling.

Sin mirar atrás… me dejó. Yo sentada en el banco húmedo, y él ya se había escapado. Los transeúntes no lo notaron, pero él se había ido. Había escapado por el tren subterráneo, en dirección a ningún lugar, huyendo, fastidiándome, con mi maleta, mi ira pero también mi amor. Que lo siguiera me decía el corazón; que lo abandonara, la razón. Mis lágrimas brotaron, y nadie lo notó. En esa esquina, a la salida- también entrada- de esa estación, supe lo que era el amor: una pelea infinita de causas complejas a la vez tontas: sólo una fracción de felicidad.



Por Kiu.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Orgullo en el Pecho: No hay Mujer que Merezca ser Infeliz

Una historia de dolor, imperfecciones, pudores, egos y amor…

El corazón es el que mira cuando amamos…los ojos, cuando desconfiamos.

Marta tiene la mirada nostálgica. Tiene 59 años, vive en La Reina, tiene un hijo y una hija, ambos universitarios, y ha trabajado toda su vida en diferentes lugares. En lo único que piensa a esta altura de la vida es en jubilarse y descansar, pero aún le queda un año.

Para ser una mujer de esa edad se conserva perfectamente, se preocupa de su figura aunque no va al gimnasio. Se tiñe las canas aunque ya es abuela. Se pinta todos los días aunque sólo vaya al supermercado. Se pone jeans ajustados aunque su figura ya no es la misma escultural de hace 30 años, pero de que es una fémina atractiva aún…lo es. Nos es por nada que la galantea un hombre menor que ella, pero no fue fácil para él; Marta ha pasado por situaciones delicadas que sólo una mujer puede entender.

En julio de 1989 le detectaron cáncer a las mamas, un fuerte golpe emocional. El oncólogo apenas le hizo los exámenes le dijo: “te operas de inmediato mañana”. Y así fue, de pronto se vio hospitalizada, lista para una cirugía que prometía salvarla de la muerte. Si no lo hubiese detectado el día preciso en que se palpó sus pechos, hoy Marta no estaría tan cansada de trabajar.

La operación extirpó todo el tejido maligno, los ganglios de todo su brazo izquierdo y su mama izquierda. La intervención se llevó una parte de su cuerpo, lo más distintivo de una mujer: la tan conocida teta, el primer recipiente natural que alimentó a sus hijos ya no estaba más.

Con el pasar del tiempo, la alegría de haber salvado con vida -de una enfermedad que llega a ser mortal- había sido reemplazada por cientos de cuestionamientos existenciales. ¿Qué es una mujer sin uno de sus senos? ¿Qué será de mi vida sexual? ¿Quién me va a querer así? En otras palabras, ya no se sentía capaz de seducir a nadie, no se sentía mujer, le faltaba algo esencial que una cirugía reconstructiva le podría devolver, pero no fue así, la salud de Marta no era la indicada para una cirugía plástica, menos su bolsillo y menos su situación matrimonial, la que empeoró tras la cirugía.

Antes del cáncer, ella y su marido discutían a diario, pues las heridas del pasado aún no sanaban. El dolor más grande de su vida también lo asociaba a una operación, específicamente a su segundo parto. Su bebé fue el que corrió el riesgo y no pudo salvar con vida. Una infidelidad de su marido, en 1980, desembocó en la muerte de su hijo que no alcanzó a cumplir un día de vida; murió en el parto a causa de una enfermedad venérea, nació muerto, se llamaba Joaquín…luego de dos años nacería Andreita, la menor.

Después del cáncer, la situación conyugal no mejoró, y llegaron a cortar todo tipo de comunicación, pero seguían viviendo bajo el mismo techo, lo que duró casi 10 años, eso sí con algunos períodos de tregua. Un escenario infernal para todos en esa casa, un martirio más que Marta soportaba. Nunca fue capaz de perdonar la infamia que cometió su marido.

Lloraba en silencio por las noches, en su pieza (la ex pieza matrimonial). Julio, su esposo, había trasladado sus cosas a otra habitación, y no pensaba en irse de la casa; menos lo haría Marta, porque su renta no alcanzaba para comenzar otra vida, y tampoco abandonaría a sus hijos quienes eran su mayor apoyo.

Así que decidió entrar al voluntariado de las Damas de Rojo y ayudó a mujeres con cáncer de mamas que aún no eran hospitalizadas o que estaban en recuperación.

Luego que recobró la consciencia de estar viva y de tener que hacer algo para no morirse espiritualmente decidió comenzar a trabajar para ser independiente al bolsillo de su esposo. Los dos primeros años que siguieron tras la operación mamaria se las ingenió para trabajar en un supermercado cerca de casa. Trabajó de vendedora en un stand de chocolates al interior del lugar, luego pasó a trabajar con horario Part Time en el mismo recinto, esta vez como cajera, y luego de aproximadamente 5 años, se cambió a otro supermercado que queda en la Av. Tobalaba.

Marta, gracias a su empeño por mantenerse viva, logró estabilizar en cierta medida sus emociones, aunque siguiese sufriendo los embates hogareños. Nunca dejó de llorar por las noches. Nunca su marido cedió. Nunca más se dirigieron la palabra, y nunca más la familia se sentó a la mesa a comer. La hostilidad sicológica que vivía la incentivaba más a estar fuera de casa.

Tras siete años de abstinencia sexual le ocurrió algo inesperado. Una noche, tras acabar su agotador turno de cajera, fue a tomar micro al paradero del metro Tobalaba. Eran pasadas las once y media de la noche y, como siempre, tenía miedo, no sabía si llegaría a salvo a su casa. La micro infame no pasaba nunca. Pero pasó un auto pequeño, no muy lujoso, y se devolvió. Se estacionó y se bajó un tipo de unos 40 años, casi diez años menor que Marta en aquella instancia. Se paró en frente de ella y le dijo:

- Me dejaste impactado. Hace mucho tiempo que no veía a una mujer como tú.

Marta se limitó a sonreír, mientras el hombre escaneaba su cuerpo desde sus jeans ajustados hasta su chaqueta del mismo material.

- Te invito a tomar un café, o un trago, o lo que tu quieras. Mira el “Lomitón” está abierto aún.

- No, gracias – le respondió secamente.

- Entonces vamos a comer algo, en Providencia...siempre hay algo abierto.

- No, cómo se te ocurre, ni te conozco.

- Bueno, entonces déjame llevarte a tu casa, a esta hora es difícil que pasen micros.

Ella ni siquiera lo pensó bien, ni siquiera sabe hasta el día de hoy qué la hizo subir a ese auto, quizás fue demasiada la insistencia...y demasiada sus ganas de sentirse acompañada.

Cuando el auto se topó en la esquina de Av. Francisco Bilbao con Tobalaba, viró bruscamente hacia el poniente.

- ¿Qué haces? – le dijo Marta- Mi casa queda derecho por Tobalaba.

- Si sé, pero la mía queda en este condominio. Tomémonos algo y te voy a dejar.

Entraron al departamento. Había telas para óleo en atriles, varios discos por el living, una mesa de centro, adornos étinicos en las paredes…era la perfecta foto de una casa de soltero. Se sentaron alrededor de la mesita de centro y bebieron un café. Él la miraba mientras escribía en un papel versos acerca de ella. Marta estaba nerviosa, tenía miedo y se sentía algo arrepentida, así es que comenzaron a hablar de cosas cotidianas: “Tú qué haces, en dónde trabajas, tienes o no familia”, etc.

El instinto del viejo zorro no se hizo esperar más y se abalanzó sobre Marta. Ella lo repelió rápidamente y se negó a sus intenciones lujuriosas. Él comenzó a decirle que lo había decepcionado...que era igual a todas las mujeres que lo rechazaban: interesada, manipuladora y un sin fin de descripciones paranoicas y psicopáticas más.

- ¡¿Por qué no quieres?! – le preguntó enojado el hombre.


Y Marta no aguantó más
, lo miró a los ojos, y con mucha rabia y triteza le dijo:

- No quiero acostarme con nadie porque me falta una pechuga, huevón, y ¿quién va a querer acostarse con una mujer sin pechuga? Me operaron de cáncer mamario, y simplemente no me quiero acostar contigo porque no me siento bien.

El hombre (el cual su nombre no recuerda Marta) quedó impactado, y todo su enojo infantil se convirtió en nostalgia. Marta, por su parte, se sintió desahogada, jamás pensó que iba a ser capaz de decirlo, y para mayor sorpresa de ella, él la mira y le responde algo mucho más freak.


-
Pensé que no querías acostarte conmigo porque te habías fijado en mi ojo de vidrio. Soy tuerto. Me operaron en Cuba hace algunos años, y muchas personas me han dado la espalda por lo mismo, hasta mi familia.

Atónita le confesó que no se había dado cuenta. Pasaron dos horas conversando, y por fin la llevó hasta la puerta de su casa. Nunca más lo volvió a ver. Fue una dosis de terapia nocturna que jamás olvidará, y que hoy recuerda muerta de la risa.

Para el verano de 1999, Julio y Marta, seguían viviendo en la misma casa, pero el ambiente era insoportable. Ningún miembro de la familia asistió al psicólogo, aunque todos padecían grados de depresión.

La emprendedora, continuó trabajando en el mismo supermercado. “Lo que más me gustaba de trabajar en ese lugar era que lo pasaba "chancho", el ambiente era bueno y me ayudaba a mantener mi cabeza en otras cosas, me olvidaba de los problemas de la casa. Aparte me servía para pagar mis cuentas, aunque no era mucho lo que ganaba”.

Llevaba nueves años “virgen”, hasta que un día, trabajando, un joven que empacaba bolsas le llevó un rosa roja.

- Se la mandó un caballero – le dijo el adolescente.

- ¿Qué caballero?- le preguntó asombrada Marta.

- No sé…ya se fue, pero parece que es cliente de acá.

Pasó una semana, y en cuanto cayó la noche y terminó el turno, Marta escuchó – a la salida del Súper- un “¿Te gustó la rosa?”. Era un tipo alto, canoso de unos treinta y tantos. “Regio… estupendo”, justo el tipo de hombre que jamás había buscado, pero que siempre había soñado.

Comenzaron a salir y la relación cada vez se volvió más afectiva. Parecían adolescentes paseando por la ciudad oscura y fugitiva. Ambos tenían compromisos colaterales. Marta era una mujer casada, lo quisiera o no, y Antonio estaba de novio.

Al momento de ir a la cama, Marta no fue capaz, a pesar de que le contó -previamente- cuál era su trauma. Así es que él fue paciente, la esperó, como si fueran un par de niños enamorados. Hasta que por fin, luego de seis meses de sólo besos, se unieron en carne y pasión. A él no le importaba que a ella le faltara una mama, le daba igual, le decía que la amaba. A lo que Marta siempre le respondía algo que atacaba su descaro.

- Y entonces, si dices que me amas ¿Para qué te vas a casar?

- Si tú me dices que no me case, lo hago. Y nos vamos a vivir juntos.

- Estás loco – le decía ella con aire de ternura. Lo veía como a un niño, quizás era por la diferencia de edad que eran casi 15 años.

Los amantes continuaron su relación cada vez más apasionada. Él le quitó los tabúes, ella le daba lo que su, finalmente, esposa no podía darle: amor maternal, sexo ocasional y eternas conversaciones acerca de la inmortalidad del cangrejo.

Marta recuperó tanto su valor como mujer que comenzó a regalarse atuendos para lucirlos ante su amor prohibido. Portaligas, colaless, corsés, babydolls, y una infinidad de ropa interior en negro y rojo que la devolvió a las pistas. Se sintió querida, se sintió más joven y más alocada, capaz de seducir, capaz de amar y de sentirse viva.

Lamentablemente, para el 2002 cayó enferma nuevamente. Un cáncer amenazaba con llevársela. La familia pasó por un momento de aflicción escalofriante. Pero los exámenes revelaron que no se trataba de una metástasis del anterior cáncer mamario, sino que se trataba de la glándula tiroides… había que extirparla y suplantarla por una hormona. “La mala hierba no muere” le decía a sus hijos para tranquilizarlos, siempre con una sonrisa, siempre con ese positivismo que sólo una mujer que ha estado al borde de morirse podría tener.

Con la fuerte noticia, la familia se rearmó lentamente, como quien arma un puzzle. Ambos esposos comenzaron a conversar insignificantes hechos cotdianos. La familia comenzó a tener almuerzos dominicales. Nació una nieta. Las relaciones se hicieron más agradables y jamás se olvidaron de lo invaluable que es la vida de un ser querido. Marta y Julio siguieron durmiendo separados, la diferencia era sólo que ahora mantenían una relación de armonía, porque Marta confiesa que el amor se apagó para siempre, que se casó enamorada, pero que su marido, poco a poco, se encargó de pisotear lo que quedaba de afecto... hasta que sólo quedaran cenizas.

Hoy, Antonio sigue visitando a su madura amante en horarios prudentes. Fue papá de un hermoso bebé y sigue casado con una mujer a la cual dice no amar. Con Marta no salen de la mano como pololos bajo la luz del sol (es muy peligroso para ambos), pero sí continúan haciendo de las suyas en los variados moteles de la urbe…de la ciudad que no se cansa de absorber las agazapadas historias que sólo ella guarda bajo el asfalto.

Por Kiu.





lunes, 29 de octubre de 2007

"Wena Naty" : La Heladera Misericordiosa

Apoteósica escena protagonizaba Natalia, en pleno Parque Gorostiaga ubicado en la comuna de Ñuñoa. Una adolescente de 14 añitos que jugaba a ser pornstar. Junto a cuatro “amigos”, luego de una jornada escolar en el conocido colegio La Salle del sector oriente santiaguino, se dispuso a pasar una acalorada tarde de invierno.

De falda gris, blusita blanca y chaleco azul marino – uniforme del colegio católico al cual asistía Naty- mostró la hilacha: le hizo un tremendo “mamón” a uno de sus contertulios, el afortunado Franco, en medio del espacio público habilitado no específicamente para intercambiar fluidos de tal índole. Tal vez esto no haya significado nada para la gozadora colegiala, pero la tecnología de la telefonía celular se encargó de pasarle la cuenta. Mientras Natalia jugaba con el caramelo – pequeño por lo demás- de su compañero, y se lo tragaba sin pudor, uno de los jóvenes que presenciaba el erótico y público acontecer, tuvo la “fenomenal” idea de grabarla.

Sólo un minuto bastó para que Natalia y su boca desenfrenada, púber y sin pudores, diera la vuelta a Chile y el mundo a través de la red. ¡Qué nuevas vírgenes ni nada!, esto sí que era lo que miles de calientes cibernautas esperaban tras sus aburridas pantallas repletas de porno y pegajosos teclados.

Qué infame “amigo”, que mala jugada Natalia, que maldito el momento, avecilla sin vergüenza…pero la vida es así…larga y dura, aunque el macho exponente no sea copia feliz de tal dicho.

La Naty, tras una entrevista realizada por un supuesto periodista de Las Últimas Noticias (LUN) y que fue subida a YouTube.com, explicó que había tomado trago para evadir , infantilmente, su responsabilidad frente al tema, pero los medios de comunicación se encargaron de cagarle la vida nota tras nota que apareció en TV y en internet. Hasta parodias se pueden encontrar en los sitios como el recién mencionado. La cosa es que se desató toda una gigantesca discusión acerca de la educación sexual en Chile, y lo puta que se han vuelto las niñitas, sobre todo las “pokemonas”. Pero ¿Y quién se fijó en lo diminuto que lo tenía Franquito?, o quién cuestionó lo “mala leche” que fueron estos tres pendejitos que subieron el video a internet, específicamente a www.elantro.cl. O peor aún, ¿Nadie ha notado lo lapidarios que han sido con esta chica que, tal vez, ni siquiera sepa lo que significa practicar “fellatio” o "cunilingus"?

No se trata de hacer una apología a la comida de helado que se mandó la Naty, pero quien esté libre de pecado, sigo pensando, que lance la primera piedra… aunque, hay que ser muy pelotuda para dejarte ser grabada mientras le practicas sexo oral a un individuo que ni siquiera es tu pololo, en una plaza, frente a dos tipos más que te incitan a seguir y, más encima, vestida de escolar, a los 14 incipientes años y a rostro descubierto…para luego dar la vuelta al mundo en menos de un “Click”.

Ayayay colegiala ardiente, te cociste en tu propia hoguera…ya no hay vuelta atrás, te cancelaron la matrícula del 2008 – en otras palabras, te expulsaron del La Salle- todo Chile te huevea, no quedaste como la teenager sexy que toda niñita colegiala quisiera ser, sino que como una “pendex –pokemona-calentona – deficiente-de-neuronas-prácticas” que tuvo que desaparecer para terminar con la pesadilla de haberle mamado la polla a un pendejo “gilipollas”. Esperemos que tu experiencia salve del infortunio a miles…algo constructivo habría que sacar de tu pública mamada.

Naty, y para que no te sientas del todo mal, voy a ser solidaria contigo, y llegaré a una conclusión que nadie quiere ver: le hiciste el tremendo favor a Franco, pero uno muy flaco para tu honorabilidad. Según un artículo que encontré por ahí, navegando por páginas de tal índole, el sexo oral es una forma de regalarle al hombre un momentillo de placer, por lo que, Naty: te pasaste para ser buena persona y generosa… nadie quería ver que, detrás de todo lo que han dicho de ti, existe una muchacha con espíritu de voluntariado, abnegada, caritativa y solidaria con el pene de sus amiguitos.

“El término es correcto. Las mujeres hacen un favor al hombre. Cuando no quieren tener sexo, satisfacen al compañero de forma oral”, explica a el sexólogo León Guindín (¿Se llamará así porque tiene las pelotas -o guindas- llenas sobre el tema?)". – Texto estraído de la web argentina www.igooh.com.ar

Por Kiu.


jueves, 20 de septiembre de 2007

Columna de Opinión: Sexy Dolls, entre píldoras tabúes y sustos fecundados

Cuando sólo tenía unos cinco años, quizás seis, mi vecinita de la casa de al lado, que casualmente se llamaba igual que yo, siempre me invitaba a jugar a su casa durante las largas tardes de verano en vacaciones. Casi siempre nos “manguereábamos” para capear el calor…otras veces jugábamos en nuestros antejardines a hacer pastelitos de barro, y también jugábamos a las muñecas.

Bárbara Karina me llevaba por cinco años, pero esto no era impedimento para que nos lleváramos bien. Ella tenía una colección enorme de barbies y kens, y yo sólo unas tres o cuatro rubias que siempre terminaban con cortes mohicanos y olvidadas por algún rincón del patio. Una vez, en su pieza, cerró la puerta con llave y me dijo susurrando “mira, te voy a mostrar algo”. Se encaramó en su cama y puso a una de las esculturales muñecas oxigenadas (en mi época no existía gran diversidad racial en las barbies) en pelotas, de espalda y con las piernas hacia arriba, haciendo una “L”. Luego tomó a un Ken, también en cueros, y lo puso en la misma posición frente a la Barbie: cachete con cachete. La miré extrañada, y antes que yo dijera cualquier cosa me miró a los ojos y reveló lo que yo quizás aún no quería averiguar.

-Esto es hacer el amor – dijo mirándome a los ojos.

-¿Y cómo sabes? – le pregunté algo avergonzada.

-Porque he visto cómo lo hace mi papá con mi madrastra por la noches.


Nunca me cuestioné lo incómodo que resultaba estar en esa posición tan ridícula durante un buen rato. Cuando crecí, y comencé a entender un poco más acerca de la sexualidad caí en consciencia de que mi amiga no había tenido clases de educación sexual por esos tiempos.

La cosa es que tengo que agradecerle algo a mi vecina. No sólo despertó mi curiosidad sexual prematuramente, sino que me abrió las puertas de la desinhibición ante tales temas, por lo que llegué a perder la virginidad a los 16.

No fue lo que yo esperaba, no fue el príncipe azul ni el hombre para toda mi vida, quizás con esfuerzo me acordaría de su nombre. Pero bueno, pasó y no acumulé ningún trauma, salvo el trauma momentáneo de estar posiblemente fecundada. Pasó un mes y no había rastros del molesto dolor mensual. Estuve treinta días sin ser yo, callada, deprimida, angustiada…en pocas palabras prefería estar muerta que estar embarazada.

Era imposible visualizarme cursando tercero medio con una guata enorme ¡Una guagua y sin padre más encima! No me podía estar pasando eso. Qué iba a ser de mi futuro…a la universidad: las pelotas. De tanta desesperación hasta quise matarme, me paseaba en la micros buscando edificios para ver si podía saltar de ellos y acabar con el calvario – una estupidez de teenager, obvio, pero no puedo negar que lo pensé- . No me concentraba en las clases, tenía una depresión tremenda, incluso llegué a hacer una manda. Iba todos los jueves después de clases a una iglesia a pedir que por favor no me tocara a mí.

Un día, en plena clase de Filosofía, sentí algo extraño en mi entrepierna, pero no me quise emocionar mucho porque ya había experimentado esa impresión, había corrido al baño, había bajado mis calzones y aún seguían malditamente blancos y limpios. Tuve la suerte de que esta vez no fue así, y por fin vi una mancha de sangre oscura. Que día más feliz, recuerdo que junto con mi flujo llegó la primera lluvia de abril, justo el primer día de ese mes.

Lo sé, yo tenía toda la culpa. Fue un impulso hormonal incontrolable del fin de semana antes de entrar al colegio, pero lo hice. Tuve suerte, mucha, pero resulta que existen muchas adolescentes, hoy, que no corren con mi mismo sino. Y la pesadilla no se les acaba ni aunque el cielo se caiga a pedazos de tanto llover.

Es por esto que no logro entender cómo los políticos se llenan la boca hablando de que el Gobierno actúa mal al dejar que las jóvenes mayores de 14 años - y las no tan jóvenes- puedan acceder de manera gratuita a la pastilla del día después – menos conocida como levonorgestrel, una hormona sintética que evita embarazos no deseados -.

Simplemente se trata de un anticonceptivo de emergencia que nos da la oportunidad de optar por la maternidad o esperar el momento indicado, cuando nuestro criterio, cuerpo y mente estén preparados para hacernos cargo de una vida, la cual requiere de cuidados especiales, dedicación extrema, educación, salud, alimento, afecto, y quizás una familia bien constituida… si es que se tiene suerte.

Se trata de una medida de sanidad, de tolerancia, del dejar en manos de los civiles (civilizados) la opción de decidir qué hacer con su propio cuerpo. Si la Iglesia reclama de temas valóricos, pues bien, dejen que el buen católico se apegue fervientemente a los dogmas de la institución y no consuma la famosa pastillita, pero dejen en paz a la minoría no católica, ellos también tienen voz.

Y usted señor alcalde, no piense en su realidad social, amplíe su horizonte al pueblo, y por sólo una vez vea que la gente no sale de la pobreza porque siguen naciendo hijos no deseados que no pueden ser solventados por el presupuesto familiar. Hijos que pasarán hambre, no tendrán oportunidades, y luego se convertirán en los delincuentes que son para poder subsistir en un mundo en que los señores políticos moldean a su pinta.

Está comprobado que la pildorita no es abortiva, sólo suprime o posterga la ovulación, no atenta contra la vida, entonces, para qué tanto drama. Además, esta hormona se vende hace más de 30 años en Chile, pero claro sólo para los que pueden pagar por ella. ¿Qué pasa con el resto?

Ah, el tema es, según los alcaldes, que las niñitas de 14 no tienen criterio formado para poder decidir por sí mismas, pero claro, para meter a un jovencito a la cárcel es edad suficiente para poder ser juzgado. Pongámonos de acuerdo por favor, y seamos consecuentes.

Si habláramos de sexo con menos tapujos y tabúes de seguro no existirían tantos embarazos no deseados, tampoco tantos abortos provocados. Es cosa de educación y libertad. Cada uno es dueño de su cuerpo, y es lo que no quieren entender.

Si en mi época de colegio hubiese existido esta solución no hubiese dudado en partir al consultorio corriendo…soy humana, cometí errores, y probablemente me tropiece con algunos más el resto de mi vida. Quien no haya cometido ninguno, que lance la primera piedra.


Por Kiu.

martes, 11 de septiembre de 2007

Nuevas Vírgenes: Tomando Helado de Lujuria

Esta es la historia de una adolescente del llamado barrio alto, con las características de cualquier niña con apellido alemán, rubia, alta, tez blanca y ojos azules, una típica pelolais. Su narración circula entre las tinieblas, porque lo que aquí vamos a contar, es casi un archivo secreto del sector oriente de la urbe. Hablamos de aquellas jóvenes que han practicado sexo oral, pero no han sido penetradas…ellas son…las nuevas vírgenes.


La Alemana es estudiante de un colegio católico de Las Condes, tiene buenas calificaciones, el año pasado fue elegida reina, cursa tercer año medio con 17 años, y entre sus compañeros es la más popular. Ha comenzado a descubrir el mundo de la sexualidad, pero de un modo muy peculiar….


Se sienta en la banca de una capilla que está al aire libre, tiene una virgen que dicen que una vez lloró sangre. Se cruza de piernas, se corre el pelo hace una lado, y se pone las manos sobre sus rodillas. Ella asegura ser muy católica, que Dios es lo único preciado y verdadero que tienen los seres humanos en estos tiempos, y que por eso se debe respetar todo lo que dice la Biblia, “porque es sagrada y es ley”.

¿Qué es para ti el sexo?

Una forma de liberar las necesidades corporales.

¿Eres virgen?

Absolutamente, y eso lo mantendré hasta el día de mi matrimonio. Mi esposo es quien debe recibir ese regalo divino, y nadie más.

Pero, si dices que el sexo es una forma de liberar las necesidades corporales, ¿Por qué sigues siendo virgen?

Es que yo sí tengo sexo, pero me mantengo virgen.

Pero ¿Cómo?, eso es medio raro…

No, porque lo que yo tengo es sexo oral, lo practico y me lo practican, pero nunca he sido penetrada, por lo tanto mantengo mi virginidad hasta el matrimonio.

¿Cuándo fue la primera vez que tuviste sexo, con quién, y por qué con él?

Mmmm…fue el año pasado en la fiesta de una compañera.

Con mis amigas del cole, todas somos vírgenes, pero practicamos sexo oral, nos masturbamos y esas cosas. Antes no lo hacíamos, nosotras tenemos claro nuestro futuro, y el riesgo de embarazo en verdad nos preocupa. Entonces decidimos tener sexo, pero sin penetración, podemos puntearnos sin pantalones, previniendo nuestro miedo, son como las pastillas para nosotras.

Bueno, la cosa es que un día estaba en el cumpleaños de una compañera de curso, y estaba el Francisco, es un mino rico, pero en verdad no me gusta mucho. Pero yo quería experimentar, saber que se sentía tocarlo, y eso. Y me gustó, así que de ahí que he experimentado sexo oral y esas cosas ¿cachai?

No sé, para mi las minas que dicen que son vírgenes y no tienen sexo, son unas pavas porque se están perdiendo un placer bacán, y las que tienen sexo son unas tontas porque pueden quedar embarazadas, de hecho yo conozco a hartas minas del colegio que les ha pasado y yo no estoy ni ahí con que me pase eso. Además, nosotras somos católicas, y como dice la Biblia: “hay que mantenerse virgen hasta el matrimonio”.



Camila Arriaga es otra estudiante de ese mismo colegio, es alta, tiene el cabello castaño claro, y denota gran carácter, dice odiar a “La Alemana” y su grupo, “todo el mundo las llama putas, imagínate que al carrete que van, le hacen el “helado” a los huevones. Y de repente ni siquiera los conocen. Es que no podí ser tan perra y andar por el mundo chupándosela a todos, y más encima tener el descaro de decir que erí virgen…hay que ser muy patuda

Camila, respira hondo y sigue contando pasajes de la vida de “La Alemana”. “Una vez fuimos a un carrete en el Cajón del Maipo, éramos como 25 personas, había gente de cuarto medio, y amigos de ellos, por eso podíamos ir en auto, porque ellos tenían permiso para manejar. La cosa es que nos pusimos a tomar, había ron, pisco, vino, de todo tipo de copete, vo` cachai po`…nos pusimos a bailar reggaeton, algunas minas son más escandalosas y bailan arriba de los autos, pero eso da lo mismo, igual es divertido. Como en todo carrete, todos estaban curados, unos no se podían parar, otros vomitaban, otros dormían, pero ¿sabí lo que estaba haciendo “La Alemana”?, le estaba haciendo sexo oral al “Coyote”, un huevón de cuarto. Cacha que después de que bajaron del cerro el loco decía: “esta maraca hace unos mamones maravillosos”.Es que nadie se puede denigrar tanto, menos para que te traten así, nadie te respeta. Creo que es patético”.

Una amiga de “La Alemana”, “Carita de huevo”,es de mediana estatura, pelo rubio, y que tiene la carita redonda como un huevito asegura proceder con las mismas prácticas de su amiga, sin ningún tapujo.

“Me gusta porque son experiencias nuevas, aunque son pocas las veces en que quedo feliz por lo que hice, porque generalmente cuando lo hago estoy ebria, con el copete me desinhibo, se asoma ese lado de mí que jamás sacaría a luz si no fuera por el copete. Hay veces en que me he acostado muerta de curá, abro los ojos, miro mi pieza, toda celeste, ultra infantil, y pienso en lo que hice. Me agarro la cara, me empiezo a pegar por la estupidez que cometí….pienso en que el tipito ni siquiera me gustaba, con suerte me acuerdo de su cara, menos me voy a acordar de su nombre, y esa sensación es terrible. Pero igual me gusta vivir esa adrenalina, me gusta el tener cierto nivel de responsabilidad porque disfruto del sexo, pero nunca voy a quedar embarazada.

Por la noche del viernes, conocimos en un carrete al famoso “Coyote”, es bajo, mide un poco más de 1.60, tiene pelo castaño, su nariz respingada y sus pecas le dan cierta picardía a su rostro. Llega con un caminar bastante seguro, masticando chicle, con el pelo desordenado y zapatillas. Se sienta frente a mí, lo invito una bebida y comenzamos la conversación.

¿Conoces a las nuevas vírgenes? ¿Sabes qué significa eso?

Si po`, son las minas que te la chupan, y las podí tocar por donde quieras, pero no las penetras, jajaja (rié entredientes).

¿Y a ti qué te parece?

O sea para nosotros los hombres es bacán, porque no hay nada mejor que una mina te haga “el helado”, igual uno quiere puro penetrar, entonces si siempre es lo mismo se vuelve fome, pero para pasar el rato, para que te lo hagan en un carrete o algo así, está muy bien. Yo jamás me negaré siempre estaré dispuesto para todas las minas, jajaja.

¿Qué piensas de que se hagan llamar vírgenes?, ¿Las consideras vírgenes?

Nadaaaaaa….ese es un nombre que se pusieron para no ser llamadas perras, porque eso es lo que son, ninguna mina decente te va a andar chupando si ni te conoce, y más encima dársela de santa. Ese cuento no me lo compro, podrán no ser penetradas, pero una virgen es pura, y estas minas lo que menos tienen es ser puras.

¿Cómo fue la historia que viviste con “La Alemana”?

¡Ufffff! increíble, estábamos bailando reggaeton, tu cachai que ese baile es ultra sexual, nos empezamos a rozar…cada vez nos acercábamos más a un cerro que había….ella me empezó a tocar por encima de mi pantalón… luego por debajo….yo puse mi chaqueta en el suelo….le desabotoné los pantalones…bueno y ahí le hice sexo oral….después ella me lo hizo a mí…. los dos nos fuimos….y yo salí victorioso (ríe).

Antes de despedirnos, “El Coyote” con algo de inseguridad me pregunta por décima vez si su nombre no será revelado en lo que escribiría más tarde para la revista… con mirada casi condescendiente le afirmé con la cabeza, para que se quedara tranquilo, para que supiera que su historia de “machote” quedaría camuflada en su sobrenombre, aunque en lo que no pensó, es que “La Alemana” siempre sabrá quién reveló su más candente y osado secreto de manera grotesca.

No todas las nuevas vírgenes practican su sexualidad como “La Alemana” y “Carita de huevo”, también hay jovencitas que experimentan con el sexo anal para no romper su himen, y pasar por vírgenes al momento de su luna de miel. Hay otras que han llegado corriendo al gastroenterólogo por algún malestar en la garganta, no se sabe quién se llevó la mayor sorpresa: el paciente o el doctor, quien se topó con una enfermedad venérea en un cavidad mucosa fuera de contexto.

Por Alma